Noches con mi enemigo, el insomnio: “Siento que me acuesto, pero no desaparezco”.

"Buscar el sueño es como entrenar a un animal salvaje; al final, siempre es el animal el que decide", dice Magali Micaux, de 54 años, profesora cerca de Lyon. ¿Cuántas veces ha sentido un hormigueo, una quemazón o un rasguño en la piel? ¿O un vuelco en el pecho, las piernas desplegadas de repente, el cuerpo encabritado, negándose a rendirse a la noche...? Desde que llegó a la menopausia, tras dos cirugías relacionadas con un cáncer doble de ovario y útero en 2021, nunca dormita más de tres horas seguidas.
En lugar de zopiclona, el hipnótico que le provoca pesadillas aterradoras, prefiere el método yogui. Permanecer en la postura de la estrella de mar y despejar la mente. "Es técnico; intento tener las mínimas perturbaciones posibles. Soy una experta en insomnio".
En su mesita de noche, ha preparado su botiquín antiagripnia (el término médico para la falta de sueño): un vaso de agua, tapones para los oídos, una luz de lectura y una caja de Doliprane, todo a mano para no molestar a su marido. Después de una hora y media, se permite levantar el edredón y se va a comer yogur.
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